El monólogo del cepillo de dientes.
Hola ¿Cómo te encuentras?
Yo estoy bastante bien. Un tanto solo, pero como dicen, al mal tiempo
buena cara. ¿Recuerdas cuando me visitabas todos los días con tanta frecuencia?
Añoro esos inigualables tiempos, sentía que era la parte más importante para
ti.
Para ser honesto, me gustaban muchos tus dientes o las perlitas como las
solía llamar la doctora, que por cierto, son muy lindas y que eran limpias
gracias a mí; ni una sola carie ni amalgama de la que preocuparse. Por otro
lado, tus selladores ya están bastantes gastados a causa de tu nociva adicción
a comer gomitas y masticar chicle.
No me gusta mi trabajo ahora, te
veo muy pocas veces; casi dos al día y el lugar en donde me encuentro no es
nada comparado con mi sitio en el baño. A pesar de que me enojaba mucho cuando
no eras capaz de percibirme en menos de medio segundo cuando te equivocabas con
el cepillo de tu hermana, quiero decirte que la vida y el trabajo allí eran
mucho mejor. Me gustaba producir espuma en tu boca, no burbujas en tú ropa.
Pues bien, ya estas enterada de cuan molesto es lavar los cordones de
tus zapatos y la parte suave de tu nueva chaqueta. Aunque, con solo el hecho de
saber que tú eres quien me toca, soy auténticamente feliz.

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